Qué felicidad reencontrarse con una amiga después de 10 u 11 años… ¡y que parezca que no ha pasado el tiempo!

Hace unas semanas estuve recordando con mis amigos los tiempos del instituto, lo diferentes que éramos pero lo parecidos a la vez -a unos más que a otros nos queda mucho de entonces-, la gente con la que hemos perdido el contacto… en especial recordé a una amiga que, junto a mi y otras pocas chicas las más, formábamos el grupo de empollonas de la clase.

Una chica diferente, bastante especial, muy buena gente pero quizá algo idealista para la vida en un instituto de pueblo pequeño… muy teórica ella en aquellos días, pero tampoco le importaba. Después de la universidad perdí el contacto, y me había propuesto volver a encontrar una dirección, de email o incluso física en Alemania, donde ahora vive, para intentar retomar el contacto.

Casualidades de la vida, que uno de mis amigos se enteró de que estaba aquí en Murcia y lo organizó para que esta semana quedáramos a comer. Aunque mi pobre amigo acabó con la cabeza como un bombo cuando nosotras empezamos a darle el follón con ideas neoliberales 😀 él prefería hablar de chismes románticos, de las dos bodas de mi amiga y de sus viajes por Europa.

Aunque hemos propuesto volver a vernos antes de que vuelva a Alemania, no tengo claro que lo hagamos, esas cosas frecuentemente quedan en palabras, pero al menos ya he tenido mucho más de lo que me esperaba la semana pasada. Gracias a mi amigo Jesús Iván, a cambio yo sólo le he dado un buen dolor de cabeza.

Por otro lado, ya tengo 3/4 de mi nuevo jardín de cactus y suculentas listo. Tenía que colocar bastantes especies y me ha quedado un macetero libre con el que puedo buscar algo diferente y experimentar. Quería dar una vuelta esta semana por algún vivero en Murcia, pero aún lo tengo pendiente…

He acabado la semana con las últimas páginas de Matar a un ruiseñor. Sorprendente lo que me ha enganchado esta vez, para haberlo dejado la primera vez que lo intenté.

Y que bien traído con la situación en la que estamos en estos momentos, con tanto «miedo» a que vengan los refugiados. Por mucho que nos creamos, no hemos avanzado tanto desde la sociedad americana de los años 30 que se retrata en el libro. El miedo vestido de excusas nos domina cuando algo puede alterar nuestra rutina.

Espero que me dure este hábito de la lectura que había perdido a cambio de nada que pueda recordar… maldito internet.

Además, estamos en plena feria de Murcia, y aunque no me considero murciana -de ciudad-, tuvimos una gran noche el viernes intentando no morir entre la marabunta que se formó en la zona gastronómica de la feria.

Es una idea que en teoría está muy bien: típica feria con stands de bodegas, restaurantes, y todo tipo de empresas relacionadas con la gastronomía, donde puedes probar cosas típicas, nuevos vinos… pero la mala organización (en mi opinión, como las infames bandejas con copa) y no controlar el aforo de ninguna forma estropean la experiencia tanto que sólo dan ganas de irse.

Bueno, al menos probé el pastel de cierva por primera vez. Una curiosidad típica dulce y salada, que me resultó un poco extraña…

El resto del fin de semana, más tranquilo. Se nota el final de las vacaciones, los bares están más vacíos, así que los incondicionales tenemos más sitio 😀

En el trabajo, esta semana he dejado un poco más de lado el proyecto W. El equipo de desarrollo está implementando las funcionalidades básicas que ya tenemos en mockups para la presentación a parte del equipo editorial. El primer paso lo dimos incluyendo a nuestro coordinador en la reunión, y nos dio unos puntos my buenos para priorizar los próximos desarrollos.

Sobre todo me he dedicado al nuevo diseño responsive. Por un lado, con una presentación al equipo editorial de lo que ya tenemos hecho. Ya habíamos presentado los diseños, pero ahora han podido probarlo de verdad, y por ahora nos han dado un feedback muy bueno: están muy contentos con el cambio, y además nos han levantado algunos puntos muy interesantes para mejorar y para revisar.

Por otro lado, he seguido trabajando en uno de los mockups que faltaban para seguir desarrollando, y hacer algunas correcciones que han salido de las rondas de presentación. Algunas son pequeños cambios de diseño, y otras bugs puros y duros. Vamos a priorizar esta ronda de correcciones, y después terminaremos el resto de mockups pendientes.

Y que para el seguimiento de estas correcciones tengo una nueva reunión semanal con India… ¿no querías caldo? He empezado a buscar clases online para practicar la conversación en inglés. Por ahora tres servicios tienen mi atención: Bspeling, Verbling, iTalki. Tengo que investigar las diferencias y decidirme por uno ya.

Y ya lo dejo, que estoy alargándome mucho, con un documental que he visto y tenía pendiente hace muchísimo, ¡desde diciembre! La tragedia electrónica es la segunda parte del documental Comprar, tirar, comprar, –que ya vi– y me viene como anillo al dedo para explicar a quien me pregunta por qué me estoy interesando por el minimalismo ahora.

Porque siempre es mejor no comprar lo que no necesitas de verdad. Regalarlo o venderlo para una segunda vida también es buena opción. El reciclaje es la última, pero tiene un coste, y no siempre se hace correctamente, aunque te lo cobren.

En este documental se sigue el recorrido de los residuos electrónicos, ordenadores, móviles, televisores… para ver que muchos son reciclados en condiciones inadecuadas, o bien tirados en vertederos en África. Nuestra basura se la mandamos allí, qué bonito. Y esto hay que pensarlo también cuando nos planteamos cambiar de móvil, no solamente en los megapíxeles de la cámara que tendrá el nuevo.

Pero dejo ya de sermonear, y aquí está el documental. En la web de RTVE no lo he encontrado, aunque allí si se puede ver el anterior, Comprar, tirar, comprar.

¡Feliz semana!