Que noche tan genial. Perdonadas las decepciones, ya casi ni lo recuerdo, esa cerveza y esa música, que risa con el Pollo y la chica del mini-operación-triunfo (opio del pueblo en el siglo XXI?), los dueños de ese restaurante aún deben estar alucinando. No sé cómo puedo estar escribiendo ahora. Supongo que debe ser más adictivo de lo que pensaba. O bien un psicoanálisis gratuito que mañana me ayudará a levantarme más tranquila.

Que gran noche. Casi gran noche, mejor. Perfecta si no hubiera pensado en ti. Pero la cosa ya empezó mal. Esa dichosa emisora de radio que sólo pone un cd en el modo «shuffle» y deja que vayan pasando todas las canciones que me tocan el alma (menos mal que no conocen la peor). Luego está ese cielo sin una sola estrella, como la primera vez que quise mirarte a los ojos y no conseguí ver nada. Cuánto hacía que no pensaba en ti. Estoy triste.

Pero mañana tengo que madrugar, así que será mejor que me acueste ya y deje de desvariar como los locos, o acabaré buscando tu teléfono entre nuestras cenizas y mandándote un mensaje tan patético como me permitan escribir mis deditos torpes gracias a mi cantidad de alcohol en sangre; al menos me ayudará a dormir y no pensar.

Y pensar que esto debería haber hablado de fórmula 1, Michael Schumacher, y la batalla entre Jenson Button y Fernando Alonso (de lo mejorcito del mundial, oyes, a ver si sigue así…)